El Baratillo es un punto de encuentro para los tapatíos, un espacio público que une a las familias en torno al comercio y del que dependen muchos habitantes de nuestra ciudad. Es común escuchar frases como “nos vemos en el Bara” o “vamos a echarnos unos tacos al barullo” de personas que toman a este tianguis ubicado en el oriente de la ciudad como lugar de referencia. Caminarlo es recorrer calles llenas de artículos de todo tipo, puestos de comida, música, aparatos electrónicos, donde puedes escuchar canciones de banda y rock, desde Led Zeppelin hasta Fidel Rueda pasando por una balada de Tom Jones.
Mucha gente dice que lo mejor del Bara es que encuentras de todo, desde una manecilla de reloj hasta herramientas de construcción, pero también personas que se esfuerzan todo el tiempo por mejorar, por sacar adelante a sus familias y demostrar que su dignidad no la pueden comprar con dádivas y promesas. Así es para Carlos Gutiérrez, que lleva toda su vida trabajando en el Baratillo, para él “aquí hace falta mucha seguridad, pero entre los locatarios nos apoyamos para cuidarnos unos a otros, hacemos muchos amigos”. A él nadie lo ha ayudado, sólo su familia, quienes vienen cada domingo a tratar de vender su mercancía, “la autoridad sólo viene cuando hay elecciones, y después nunca regresan”. El sabe la fama que tiene el Baratillo por todo lo que se vende aquí, “aquí encuentras de todo, pero no sólo cosas robadas, eso es mentira. Aquí vendemos también mercancía legal y que le conviene a la gente por sus precios”.
Las voces del Baratillo son fuertes, venden su mercancía a todo el que las quiera escuchar, “¡un resto pa’ que se acabe!”, “¡la playera le vale veinte, le vale veinte!”. Entre todos estos puestos se encuentra el señor José María Díaz, un ciudadano que lleva 15 años como comerciante en este tianguis y que todos los domingos se levanta temprano por la mañana para llegar a la Calle 38 a colocar su mercancía; pero él tiene una experiencia distinta a muchos, porque ha vivido la pésima infraestructura que Guadalajara ofrece a las personas con discapacidad como él, “yo espero hasta dos horas para que pase el camión que tiene espacio para personas con silla de ruedas para trasladarme a algún lugar. Los camiones están en malas condiciones, las rampas se traban y no las meten en mantenimiento”, comenta. Para don Chema moverse por calles de la ciudad es cinco veces más complicado que para alguien que no tiene un problema como el suyo, “las obras para las personas con discapacidad están muy mal hechas, nada más las hacen al aventón”.
A don José le han ofrecido darle trabajo en algunas empresas, pero la poca funcionalidad de nuestra urbe hace que aceptarlas sea muy complicado, “tenemos que estar esperando el camión que tenga la rampa para que nos lleve al trabajo y pues no pasa, así no se puede”. El seguirá trabajando en el Baratillo mientras pueda hacerlo, pero las ventas no son como antes, “el tianguis ha crecido bastante, tenemos la esperanza de que la cosa mejore pero cada día está peor, ya no es como anteriormente que de aquí subsistía uno para todos los gastos”. Pero él no pierde la esperanza, sigue trabajando porque el quiere a su ciudad y sabe que se necesita carácter para resistir los golpes que años de olvido han dado a los habitantes
El Baratillo es un microcosmos de nuestra urbe, un lugar en donde se encuentran todas las caras que reflejan el carácter de los tapatíos que todos los días luchan por la esperanza que no se ha perdido, porque saben que querer a la ciudad es ayudar a transformarla.
Aquí a la gente no se les puede engañar, saben que tienen el poder para cambiar el rumbo de Guadalajara en sus manos, lo grita alguien entre las lonas y los tubos que sostienen los puestos del tianguis, “¡hay que darle duro para partirles la madre al PAN y al PRI!”. Juntos lo podemos lograr y hacer que tengamos la ciudad funcional e incluyente que nos merecemos.
Esta soleada mañana de domingo visité "El Baratillo" acompañado de mi esposa y de mis hijas.
— Enrique Alfaro (@EnriqueAlfaroR) abril 26, 2015