Estar en Rancho Nuevo es caminar junto a ciudadanos que recorren la calle llenos de esperanza de que las cosas pueden cambiar, personas que día a día trabajan por mejorar la vida de sus familias y seguir demostrando el cariño que sienten por su colonia y su ciudad. Pero hoy son testigos de algo más, se nota en su mirada fija en un punto al final de la calle; este día son parte del arranque de un movimiento por devolverles la dignidad que durante años les han intentado robar.
José Medellín viene con su familia a colocar el puesto con juguetes para los niños que pasean entre sillas y automóviles a un lado de sus padres, trae trompetas de colores y listones con luces que atraen sus rostros alegres; él no sabe con certeza que va a ocurrir, su motivación principal es poder vender productos para seguir dando comida a su familia porque este es su único sustento, la única vía que años de desinterés por parte de las autoridades le han dejado para seguir sobreviviendo. José y su esposa tienen una sola petición, la oportunidad para que sus hijos puedan seguir estudiando y salir adelante, que su futuro sea mejor que su presente.
Todo listo para la visita de @EnriqueAlfaroR a la colonia Rancho Nuevo. pic.twitter.com/w8eu14fQYZ
— Alfaro140 (@Alfaro140) abril 7, 2015
La calle Eutimio Pinzón sigue llena con mujeres y hombres sentados escuchando, sintiendo que las cosas esta vez puedan ser diferentes; en las calles de alrededor las personas miran con cierta curiosidad hacia el lugar de donde proviene el sonido y en donde parece haber una fiesta. La señora Sara está al frente de su casa, platicando sobre la vida cotidiana en Rancho Nuevo, está cansada de que el gobierno no se preocupe por ellos, “no hay seguridad, nuestras casas se están cayendo y sólo prometen que nos van a ayudar pero no pasa nada”.
Sara cuenta que a pesar de todo quiere a su ciudad, “me gustaba ir al centro, antes había muchos árboles pero ahora los han quitado todos, ojalá que eso ya cambie”, aseguró.
María Salazar y su madre tienen una tiendita de abarrotes en una esquina, ellas llevan 15 años viviendo en la colonia y cuentan que las cosas han cambiado, ahora hay más calles pavimentadas y servicios que antes no existían, como agua potable o luz eléctrica, “la colonia estaba muy maltratada, pero ahora por medio de las presidentas de las colonias hemos podido ver mejoras, pero también hay muchas cosas que no nos gustan, hay mucha inseguridad”.
Este problema ha permeado en toda la ciudad, y Rancho Nuevo no es la excepción; los niños ya no pueden salir a jugar como antes, hemos perdido una de las tradiciones tapatías más arraigadas, poder pasear por las calles, conocerse, los espacios públicos ya no son nuestros porque están secuestrados por la delincuencia, un mal que las autoridades no han sabido eliminar. María Elena Flores nos cuenta que en los más de 30 años que lleva viviendo en la colonia las cosas han empeorado, “ahora no puede salir uno a la calle porque no sabe ni qué”, su nieto vino de visita y le gusta estar con su abuelita, pero ya no puede salir a jugar, las calles están prohibidas porque ya no son seguras para él. Aún así doña María dice #QuererALaCiudad “yo aquí tengo mi vida con mis hijos y mi familia, aquí me gusta vivir, y quisiera seguir viviendo mejor”.
La noche está cayendo en Rancho Nuevo, las personas comienzan a retirarse del lugar, dejando tras de sí la pantalla en donde pudieron conocer como su ciudad, la Guadalajara que tanto quieren, ha caído en el abandono por el olvido y la corrupción que la ha inundado. Pero se van con el orgullo de saber que en sus manos está el recuperar sus tradiciones y la tranquilidad para volver a vivir en la Ciudad de Las Rosas que hoy más que nunca los necesita.