“Quedan algunos vecinos de hace mucho tiempo, la mayoría se fue cuando ocurrieron las explosiones de 1992. Mucha gente sintió que era un lugar inseguro, muchos otros, porque me consta, sintieron que los recuerdos eran demasiado dolorosos para quedarse aquí”, cuenta la señora Rosa Margarita, quien ha vivido en el barrio de Analco por 55 años.
Margarita conoce a la mayoría de sus vecinos por nombre, apellido y hasta número de casa, así se refiere a ellos. Platica que la gente de antes (de las explosiones) es la que se mantiene más unida, que el decir “somos del barrio de Analco” los une porque se conocen de hace mucho tiempo. Le gusta la cercanía y la amabilidad que aún existe en el barrio al desearse el buen día o la buena tarde.
Cuando era pequeña Margarita vivía con sus papás pero visitaba constantemente a su abuela, quien vivía en la misma calle, la 28 de Enero; así que en cuanto se dio la oportunidad de cambiarse a esa casa que fuera de su abuela no dudaron en hacerlo ella y su esposo. Al preguntarle qué es lo que más le gusta de la casa no duda en responder: “los recuerdos y el patio, que para mí es esencial en un hogar. Un patio que funja como recibidor, lo que te hace sentir que llegaste a casa”.
Al preguntarle qué es lo que más le gusta de la casa no duda en responder: “los recuerdos y el patio, que para mí es esencial en un hogar. Un patio que funja como recibidor, lo que te hace sentir que llegaste a casa”
Lo que más disfruta de vivir en el barrio es la ubicación de su casa, considera que tienen un lugar privilegiado, ya que enfrente tienen un jardín precioso, el de San Sebastián de Analco, además de estar muy cerca de una joya arquitectónica que es la iglesia con el mismo nombre y a una cuadra del mercado tradicional, el cual ella conoce desde que era una niña. Margarita dice con alegría que en el radio de tres cuadras ha transcurrido su vida.
Su casa favorita es la de calle Constitución, donde actualmente viven sus papás y donde ella disfrutó parte de su niñez y adolescencia. Describe que es un hogar muy grande con cuatro patios y un hermoso jardín en el que incluso acampaban ella y sus tres hermanas. Además, recuerda que tenían un cuarto de juegos lleno de muñecas al que invitaban a jugar a sus primas y amiguitas del barrio.
Margarita también se acuerda de su infancia en el barrio. Cómo le daban vueltas en bicicleta a la fuente en el jardín de San José de Analco. Recuerda los churros “más exquisitos” que ha probado en su vida, y las tortas afuera del templo. El tejuino, las papas fritas y los helados de la zona le dieron sabor a su niñez.
El papá de Margarita es médico y vivía en la casa donde ahora habita ella. Mientras relata la historia señala nostálgica donde su padre tenía su consultorio, cuenta dónde estaba su escritorio y la sala de espera. Además, en su parte favorita de la casa está una bugambilia que presume extraordinariamente, ya que su padre plantó y hasta la fecha se conserva fuerte y hermosa, después de más de 70 años.
Estos detalles y recuerdos han hecho que todo el tiempo sienta que es su hogar y se cambiaría ni por la casa más lujosa a otro lugar de la ciudad.