La Guadalajara de los recuerdos. Salvador y la colonia Talpita.

07 Abril 2015

Salvador lleva 50 años viviendo en Talpita, “cuando de la calle Rivas Guillén hacia el norte eran puros llanos”, según recuerda. A pesar de que antes las calles eran empedradas, eso no lo detenía para divertirse con sus amigos. Recuerda su infancia como la etapa más bonita, inocente y llena de diversión. Antes de que su vida adquiriese responsabilidades de adulto; jugaba con sus vecinos fútbol, canicas, trompo, balero, yoyo, rayuela y shangai. Mientras hace memoria nos cuenta que a su parecer, antes todo era “más sano” y que no se necesitaban aparatos electrónicos para entretenerse “como los niños de ahora”.

 Desde que Salvador era niño, el templo de Talpita ha sido el ícono de la colonia. Con alegría recuerda los juegos mecánicos y puestos que desde entonces se instalaban alrededor de la iglesia construida en un peculiar estilo moderno. Visitar el circo que se instalaba en cerca del templo y el jardín era otra opción para divertirse. Lamenta que ya no sea así, que eso ya no llene de júbilo a los niños como antes y que por eso los pequeños ya no convivan entre ellos como antes.

A pesar de que sus padres ya fallecieron, constantemente visita la casa donde creció. Ahí comenzó a trabajar con su padre, a quien recuerda como un hombre duro, trabajador, pero también cariñoso; que le dio, a sus seis años de edad, responsabilidades en el negocio de compra y venta de vidrio para reciclaje. Esas responsabilidades lo “ayudaron a crecer”, dice Salvador mientras dirige su mirada hacia unas cajas llenas con botellas.

Colonia Talpita

 

Don Salvador mantiene buena relación con los vecinos, especialmente con los que conoce desde su infancia. “¡Hola compadre!”, le grita un hombre al pasar por la puerta de su negocio. Minutos después pasa otro hombre, “Adiós, turista”, le grita Salvador a quien es su amigo desde la adolescencia, pero que desde hace varios años se fue a vivir a Estados Unidos, al igual que muchos de sus conocidos y amigos.

En rejillas de plástico, cajas de cartón o de madera, Salvador Sánchez sigue almacenando y recolectando botellas como lo hacía su padre hace más de 50 años. En sus ojos se distingue la nostalgia mientras observa el vidrio de las botellas, como buscando el reflejo de la Talpita de su infancia.

Sabe que la realidad que vive nuestra ciudad es complicada, pero se mantiene optimista a lo que viene, dice que “lo que nos queda es trabajar y tratar de vivir la vida a gusto. Somos gente trabajadora”.

Por: Redacción

 


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