La etimología de la palabra Analco parece una simple anécdota, un bonito recuerdo lingüístico que hacía referencia a una topología hoy inexistente, “al otro lado del río” es el significado en náhuatl para denominar al histórico barrio del centro de la ciudad. Si bien hoy el cuerpo acuífero a desaparecido de la superficie y del ojo humano, “el otro lado” sigue presente, dividiendo, fragmentando a la metrópolis en dos ciudades, tal vez en más; hoy el agua ha sido sustituida por el trafico motorizado, individual y colectivo, pero el otrora río San Juan de Dios, hoy conocido como la Calzada Independencia, es el dispositivo arquitectónico más representativo de la desigualdad, de la diferencia y la inequidad presentes en Guadalajara.
“El otro lado” es “lo otro” solo para quienes gobiernan, para quienes mantienen una distancia con las colonias de la periferia económica, de la periferia institucional y de la periferia social, la Calzada es sinónimo de una frontera de miedos, recelos y desconocimientos, lo que pudo haber sido un lugar de encuentro es de facto un sitio de confrontación sosa que se basa en el prejuicio y el distanciamiento.
Para quien desde el discurso anhela el cambio, no podía haber nada más coherente que iniciar sus actividades, en este caso electorales, desde “el otro lado”, desde Analco, desde la ciudad olvidada pero llena de memoria. Pero esta memoria territorial no es una remembranza a la grandeza, a la historia de los héroes y mártires con la que los libros de historia están llenos, por el contrario, es una memoria de la injusticia, de la negligencia y del dolor. La mañana del 22 de abril de 1992 Analco se convirtió en el cementerio de la esperanza, 209 fallecidos, 500 heridos y 15,000 personas sin hogar, una de las páginas más rojas de la ciudad había sido escrita, las explosiones de aquel día crearon instantáneamente un monumento, o en su caso, una cicatriz, de lo que un gobierno causa con su incompetencia.
Enrique Alfaro y su equipo, al contrario del priísmo, decidieron hacer un evento de memoria, un evento de significación más que de parafernalia, para cambiar la historia hay que conocer la historia, hay que saber que Jalisco no son los centros comerciales, las plazas públicas o los patrimonios como el Hospicio Cabañas, que si bien son parte de nuestras riquezas, no dejan ver lo importante, a la gente, a los seres humanos que día a día hacen que esta ciudad se mueva, respire, que viva, aquellos que creen que una campaña es una competencia para vender ipods deben de ser catalogados como cínicos e incompetentes pues de por medio esta la calidad de vida de las personas.
Arribé a las 9 de la noche al evento convocado en Analco lleno de prejuicios, porque quien aquí escribe a de confesar de su lejanía con dicho sector, mi conocimiento sobre el barrio había sido limitadamente vivencial, solo existía en mí el imaginario, tanto de quienes lo satanizan, como de quienes lo martirizan, no intento asegurar que tras una noche conocí el lugar a la perfección, pero lo que puedo asegura es que quienes asistimos al evento de inicio de campaña vimos una cara que no imaginábamos del lugar. Los anfitriones dejaron de ser los otros para los foráneos quienes vimos en ellos iguales, compañeros, pues todos anhelábamos ver mejorar el lugar en el que vivimos, tal vez en distintas colonias, pero por más que nos cueste aceptarlo vivimos en el mismo espacio.
Las garnacha compuesta por quesadillas, sopes y flautas y el grupo musical Zona Cumbia quien ambientaba el evento, desde una técnica que era arrevesada por sus ganas de tocar ante los no siempre rítmicos pero sí animados asistentes, fueron los ingredientes que dieron un toque arrabal pero sustancioso, desmitificante y ameno a este primer evento.
Sin duda habrá quienes crean que este tipo acciones son populistas, de mal gusto, habrá quienes prefieran un ritual como el de plaza liberación donde un Tlatoani todo poderoso es elevado ante sus súbditos con el favor de los dioses mayores y consagrado para guiar al pueblo bueno en su devenir hacia la gloria, pero también hay quienes estamos hartos de las novelas, de los cuentos, de la ficción política y los rituales, los que aspiramos a que quienes optan por estar en un cargo público lo hagan desde la dignidad y el respeto que su posición necesita, no son juegos, no son poses de cámara, la política no puede ser representación, debe de ser real, actuar en lo real y soñar con lo posible.
Analco, “el otro lado” no fue elegido al azar para iniciar la campaña, fue elegido por lo que representa, porque es un lugar acostumbrado a renacer y un proyecto que sueña con el volver a iniciar, que sueña con cambiar la historia, era el lugar indicado, sino obligado, en donde un proyecto, donde una ciudadanía pueda comenzar a reescribir su futuro.
Rufo Rupenski